La parálisis cerebral es la causa más frecuente de discapacidad física. Es el resultado de una lesión en una parte del cerebro que no permite que las órdenes que éste envía lleguen correctamente a los músculos.
Según cuáles sean las órdenes cerebrales que no se producen correctamente, costará más o menos que se mueva una parte del cuerpo u otra. La parálisis cerebral también puede provocar otras alteraciones sensoriales o perceptivas.
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La lesión que provoca la parálisis cerebral puede ocurrir antes, durante o después del nacimiento, y no siempre se conocen las causas.
Desde temprana edad se puede ver si un niño tiene parálisis cerebral. Los padres suelen darse cuenta al observar en su hijo dificultades para hacer cosas básicas, como girar, sentarse, gatear, sonreír o caminar.
Las personas con parálisis cerebral no son todas iguales: algunas utilizan sillas de ruedas o muletas, mientras que otras pueden caminar, aunque con dificultad. Para comunicarse, unas utilizan fotos y dibujos, y otras, sin embargo, no tienen ningún problema para hablar. Todo depende del tipo y del tamaño que tenga la lesión de su cerebro.
La parálisis cerebral no es progresiva. Eso quiere decir que no empeora. Tampoco es una enfermedad: no se cura ni se puede contagiar.
Con un equipo especial de terapia se puede ayudar a las personas con parálisis cerebral a controlar ciertos movimientos y a cubrir sus necesidades. Es decir, facilitarles llevar la mejor vida posible, mejorar su autonomía y superar alguna de sus dificultades. Estas ayudas pueden ser:
Dirigidas a que el niño mejore el desarrollo motriz. Los profesionales que se ocupan de ellas son los kinesiólogos.
Los fonoaudiólogos ayudan a los niños a aprender a hablar y, si no pueden, les enseñan a expresar lo que quieren decir por medio de dibujos o fotografías (pictogramas).
Ésta ayuda a los niños a desarrollarse en la vida cotidiana como, por ejemplo, para comer o ir al baño.
— Definición extraída del libro “¿Qué le pasa a este niño?”, de @acciona_inclusion—